Salud y Bienestar
Georges, Espíritu Protector. (París, 1863.)
El evangelio según el espiritismo. Capítulo XVII - Sé perfecto. Instrucciones de los Espíritus. Cuida el cuerpo y el espíritu.
11. ¿Consiste la maceración del cuerpo en la perfección moral? Para resolver esta cuestión me basaré en principios elementales y comenzaré demostrando la necesidad de cuidar el cuerpo que, según las alternativas de salud y enfermedad, tiene una influencia muy importante sobre el alma, que debe ser considerada cautiva de la carne. Para que esta prisionera viva, se expanda y hasta conciba las ilusiones de la libertad, tiene el cuerpo para estar sana, dispuesta, fuerte. Hagamos una comparación: Aquí están ambos en perfecto estado; ¿Qué deben hacer para mantener un equilibrio entre sus aptitudes y sus muy diferentes necesidades? La lucha entre ambos parece inevitable y es difícil encontrar el secreto de cómo llegar a un equilibrio.[1] Se enfrentan dos sistemas: el de los ascetas, que se basa en la aniquilación del cuerpo, y el de los materialistas, que se basa en la humillación del alma. Dos actos de violencia casi tan insensatos como el otro. Junto a estas dos grandes fiestas, y la numerosa tribu de los indiferentes que, sin convicción y sin pasión, son tibios en el amor y económicos en el goce. ¿Dónde, entonces, está la sabiduría? ¿Dónde, entonces, está la ciencia de vivir? En ningún lugar; y el gran problema quedaría sin solución si el Espiritismo no acudiera en ayuda de los investigadores, mostrándoles las relaciones que existen entre el cuerpo y el alma y diciéndoles que, como están en mutua dependencia, es importante cuidar de ambos. Amad, pues, vuestra alma, pero cuidad igualmente de vuestro cuerpo, su instrumento. Ignorar las necesidades que la misma Naturaleza indica es desconocer la ley de Dios. No castigéis al cuerpo por las faltas que vuestro libre albedrío le indujo a cometer y de las que es tan responsable como un caballo mal conducido, de los accidentes que causa. ¿Serías quizás más perfecto si, martirizando tu cuerpo, no te hicieras menos egoísta, menos orgulloso y más caritativo con tu prójimo? No, la perfección no está en eso: todo está en las reformas que haces pasar a tu Espíritu. Doblarlo, someterlo, humillarlo, mortificarlo: este es el camino para hacerlo dócil a la voluntad de Dios y el único camino para alcanzar la perfección.